La Academia ha anunciado que concede un Oscar honorífico a Diane Warren y John Williams deja entrever que se retira del cine. Si el Oscar de honor no fuera de consolación sino por trayectoria y aportación, el Oscar debería ser para Williams. Tras trece derrotas de Warren -la última, en este mismo año-, todo aparenta que se trata de un mero resarcimiento. Personalmente sus canciones no me parecen brillantes y ninguna merecedora de la estatuilla, salvo la magnífica Nothing's Gonna Stop Us Now (aunque ese tuvo una competidora superior: (I've Had) The Time of My Life). En el cine norteamericano hay autores aún vivos creadores de temas sí realmente legendarios, como Paul Williams o el matrimonio Alan y Marilyn Bergman, aunque ella falleció en enero de este año. Su muerte sería una razón espléndida para concederles el premio de honor, por mucho que ya tengan tres Oscar: receptores del Oscar de honor habiendo sido ganadores previos del competitivo han sido, entre otros, los actores Gary Cooper, Alec Guinness, James Stewart, Sophia Loren o Sidney Poitier, si bien es cierto que se ha concedido varias veces tras nominaciones infructuosas (como a Greta Garbo, King Vidor, Barbara Stanwyck, Alex North, Gena Rowlands, Peter O'Toole, Gordon Willis, Piero Tosi o Lalo Schifrin). Pero también están los Oscar que realmente tributan el conjunto de una carrera: Buster Keaton, Stan Laurel, Edward G. Robinson, Groucho Marx o Stanley Donen, entre otros.
Puestos a compensar derrotas, creo que serían más adecuados Danny Elfman, James Newton Howard, Thomas Newman o Marc Shaiman, de momento cuatro de los grandes perdedores, pero aún tienen carrera por delante, como también Diane Warren. John Williams tiene cinco Oscar obtenidos por cinco trabajos espléndidos, pero el conjunto de su increíble aportación merece con creces un Oscar de Honor. Esta semana se ha publicado una entrevista concedida al Washington Post, la cabecera histórica a la que puso música en The Post (17). El titular es muy contundente: John Williams, 90, steps away from film, but not music, y aunque en el resumen de la entrevista no hay una declaración expresa de su retirada del cine sí hay algunas indicaciones, como que a su edad trabajar en una película le supone invertir un tiempo que ya le escasea: a estas alturas de la vida para mí es un compromiso largo. Asimismo, indica que para él hacer música de películas es como tallar una roca en tu escritorio. Mis colegas más jóvenes son mucho más rápidos que yo porque tienen equipos electrónicos y ordenadores y sintetizadores, etc. Por esa razón prefiere volcarse en la escritura de música concertista, aunque indica también que nunca le diría que no a Steven Spielberg. Es, por cierto, exactamente lo mismo que dijo Ennio Morricone con respecto a Giuseppe Tornatore: dejaba el cine, pero salvo con él.
John Williams está en la recta final de su vida, y el tiempo juega en su contra. Todos lo sabemos y todos lo lamentamos, pero noventa años son muchos años. Por supuesto podría llegar a los 100 y seguir plenamente activo (como el portugués Manoel de Oliveira, que siguió dirigiendo películas hasta unos meses antes de morir, en 2015, a los 106 años), pero lo realista es asumir que es un venerable anciano que tiene por delante ya poco camino, que para él unos meses son un tiempo precioso que quizás lo necesite más para estar con sus seres queridos, para seguir escribiendo música sin el cansancio de las producciones de cine. Williams no necesita demostrar absolutamente nada: su paso por la vida musical y cinematográfica es de una rotunda, gigantesca Matrícula de Honor. Y lo honorífico en la Academia sería darle en vida su máximo reconocimiento en forma de una estatuilla en la que se incluyan todas y cada una de las notas musicales con las que ha hecho muchísimo más grande el Cine. Diane Warren podía esperar. John Williams no tiene tanto tiempo.