Ayer Alberto Iglesias se hizo con su Goya número 11, por su estupenda aportación dramática en el filme Dolor y Gloria de Pedro Almodóvar, director con el que ha logrado seis de esos once premios. En el cómputo total de la Historia de los Goya, Iglesias acapara un tercio de los galardones musicales: casi el 33% de los dados en 34 ediciones se los ha llevado él. No es una proporción justa y equilibrada de la presencia y relevancia del compositor vasco en el cine español porque durante los años de existencia de estos galardones el cine de nuestro país se ha beneficiado y nutrido de una larga lista de compositores que no han sido debidamente reconocidos por los votantes de la Academia. Algunas de las ausencias más injustas en los Goya han sido las de Ángel Illarramendi, Bingen Mendizábal y Carles Cases, que no han ganado nunca y que ya están desaparecidos de nuestro cine, como también lo están Juan Bardem o Eva Gancedo, ganadores de un Goya pero que ya no hacen películas, o incluso José Nieto que pese a sus 6 Goyas lleva diez años sin que el cine le reclame.
Todos estos son compositores veteranos pero hay otros que, siendo emergentes, tampoco encuentran su sitio en el cine español: ayer mismo, en la gala, hubo algunos vestidos de etiqueta que acudieron desde otras ciudades para convencerse y también querer convencer a través de las redes sociales que forman parte de una industria de la que realmente no forman parte porque esta no cuenta con ellos. Es la triste realidad que no afecta solamente a los creadores de música sino también a actores, guionistas y otros profesionales que, como se explicó hace un par de años en un artículo en El País, visten de gala o con trajes prestados pero viven en la precariedad por la falta de trabajo y acuden a las ceremonias com más ganas de contactos que de disfrute y homenaje.
Los hay que son más afortunados y sí han logrado hacerse un espacio con reconocimiento incluido, como Pascal Gaigne, Roque Baños, Lucas Vidal o Fernando Velázquez, quienes con mayor o menor acierto -como el propio Iglesias- desarrollan una carrera estable en el cine español. Y junto a ellos hay varios más, aún no premiados pero con trabajos merecedores de premio. El propio Iglesias, al recoger su premio, dijo con gran caballerosidad:
Quiero saludar a todos los nominados y a todos los compositores y compositoras que no han sido nominados pero que seguramente han estado a punto de serlo.
Este es un saludo que le honra. Yo no creo que Iglesias fuera el Goya musical más merecido de anoche, lo que no es incompatible con creer que cada uno de sus Goyas tributan adecuadamente sus once grandes aportaciones al Séptimo Arte. Pero será bueno que la frecuencia con la que Alberto Iglesias es premiado con Goyas no impida reconocer -especialmente en los medios de comunicación y sobre todo en la industria- a otros compositores y compositoras que suman y mucho.