Todo compositor necesita saber venderse o que sepan venderle, porque en el mercado las películas son pocas y los que pueden trabajar en ellas son muchos. Y salvo aquellos que ya están consagrados y que ya cuentan con un nombre que se vende a sí mismo, tipo Zimmer, Morricone, Williams o Iglesias, hay que dedicar tiempo y energía en hacerse visible en un mundo que, por desgracia, hace que demasiados sean invisibles. Intentar revertirlo es lícito y también loable.
Hay veces, sin embargo, que esa necesidad roza cuando no traspasa el ridículo. Sucede cada año, por ejemplo, cuando al Academia del Cine Español anuncia la larga lista de posibles finalistas a los Premios Goya y las redes sociales se llenan de compositores (y también profesionales de otros sectores) celebrando haber sido pre-seleccionados al Goya casi como si fuera un logro histórico cuando en realidad es un filtro meramente normativo: cumples X requisitos, puedes ser nominado, y esta es la lista. Regularmente, también, las RRSS se llenan de compositores jóvenes y no tan jóvenes exaltados por haber sido nominados a los Hollywood Music in Media Awards, unos extraños premios hollywoodienses donde compositores que no encuentran trabajo aquí sí logran nominación allí, y hasta siete u ocho años seguidos por cortos o documentales o anuncios. Son premios a los que se accede pagando y pasando por caja se puede figurar en una lista donde también figuran compositores de primera línea, grandes reclamos para el negocio que, evidentemente, no han de pagar para estar. A pesar del cierto sinsabor que desprende esto, es comprensible y no criticable: que cada uno haga lo que quiera y, sobre todo, lo que pueda. Mientras, eso sí, no se pisotee a otros o se le falte el respeto a la música de cine, que es lo que ha sucedido hoy mismo con este artículo publicado por Cadena 100 Radio, sobre Lucas Vidal, de quien se dice, entre otras cosas, que:
El talento y la sensibilidad con la que Lucas crea música está transformando el concepto de banda sonora, el compositor ha salido de las paredes de lo convencional para ir más allá y convertir una melodía en todo un hit.
Desde todo el respeto y consideración por Vidal, debo decir que hay redactores que con toda su buena fe, excitación y también tetosterona no se dan cuenta del veneno en que acaba transformada su adulación. Porque lleva al nivel de ridículo y grotesco -especialmente en la industria y frente a otros compositores- a un compositor que es inteligente, que trabaja duro, que hace cosas bien (algunas más interesantes, otras menos) pero que, de momento, no ha hecho nada que le haga merecedor de que se le llame innovador y que por supuesto no está transformando absolutamente nada el concepto de banda sonora. Hay críticas negativas que hacen daño pero comentarios positivos que son mucho más letales.
Yo no sé si Vidal controla o no este tipo de redacciones pero el resultado final de esta y de otras maniobras acaba por no conducir a mucho: ni los Hollywood Music in Media Awards abren las puertas del cine ni estupideces monumentales y vergonzantes como lo de considerar que Vidal está transformando (¿en qué?) el concepto de banda sonora va a ayudar a que Vidal sea considerado un compositor de referencia. La proyección es importante, pero hay que saber moderarla.