Si a los festivales de música de cine se les aplicara la calificación de FIAPC, el de Cracovia se llevaría la A mayúscula, como Cannes, San Sebastián o Berlín. Ningún otro está al nivel de este evento que acaba de celebrar su décimo aniversario. ¿Cuál es la fórmula? ¿Qué podemos aprender de él para que nuestros festivales no rocen la marginalidad informativa -fuera del ámbito local- o la ausencia de asistentes, fuera de los conciertos? Relato a continuación sus principales logros, y también algún inconveniente.
El festival cuenta, en primer lugar, con una organización altamente cualificada y profesional, formada por gente que contesta con rapidez, atiende con amabilidad, pone facilidades allá donde uno encuentra dificultades, tiene un equipo eficiente de voluntarios y la puntualidad es impecable. Su director, Robert Piaskowski, ama y mucho la música de cine, pero sus gustos personales ni son conocidos ni son la base con la que elaborar la programación del festival. En segundo lugar los conciertos, nueve diferentes. Abel Korzeniowski dirigió uno con su música y participó también en el gran concierto del sábado, junto a Jan A.P. Kaczmarek y otros compositores polacos poco conocidos a los que se les dio espacio entre los grandes. Esto muestra un firme compromiso de apoyo a los autores del país, lo que asimismo supone dar buen y útil provecho a los fondos públicos invertidos.
Hubo -y no los cito todos- un concierto de Klaus Doldinger (Neverending Story Live in Concert), un recital íntimo a piano con Jean-Michel Bernard y solistas (Cinematic Piano) o una concurrida fiesta nocturna al aire libre con Giorgio Moroder pinchando como DJ su propia música. Junto con el del sábado conforman una programación de conciertos ecléctica, equilibrada y atractiva para satisfacer a todo tipo de público, tanto de edades como de gustos. Pero el plato fuerte fue efectivamente el concierto del sábado, en el Tauron Arena, enorme espacio -su capacidad es de 15.300 personas- con un impresionante lleno casi total. Fueron cuatro horas con una orquesta y coros que trabajaron y aguantaron muy bien. Buena parte fue dirigido brillantemente por un Diego Navarro concentrado y entregado que supo dosificar sus energías, sin desperdiciarlas. Es un espectáculo visual -pantallas gigantescas- y musical único, un panem et circenses que nada tiene de reprochable teniendo en cuenta los otros conciertos de diferente factura, menos comerciales y populares. Aquí, además, el pan estuvo bien preparado y el circo bien organizado. Eso sí, Brian Tyler se puso ante la orquesta para presentar cinco premieres mundiales y fue quien más tiempo ocupó de concierto. Estando presente Howard Shore es poco razonable que se le diera menos tiempo siendo un compositor superior y más importante.
Durante el concierto se hizo entrega de un premio a un compositor novel, ganador de un concurso. Se interpretó la pieza premiada y debo decir que me pareció que lo que se premió fue al mejor imitador, pues lo escuchado fue lo de siempre, la misma miel hecha por tantas otras abejas. Debería ser fundamental priorizar en los concursos la calidad, la originalidad, la personalidad, el alma y el espíritu únicos. Y aunque el futuro profesional sea más complicado para este tipo de compositores, precisamente por eso hay que darles el máximo apoyo, si pretendemos que la música de cine no acabe pareciendo que ha sido hecha con máquinas o por meros replicantes.
La otra gran columna son las charlas. Algo malo estamos haciendo en España (y no necesariamente desde la organización de los festivales, sino todos nosotros, colectivamente) para que teniendo por ejemplo a Pino Donaggio en MOSMA, solo una treintena de personas acudieran a escucharle y apenas ocho o diez de ellas fueran de la propia ciudad de Málaga. En Cracovia la charla menos concurrida superó las 50 asistencias, y en la de Howard Shore la organización tuvo el acierto de poner cojines por los suelos para que la mucha gente que quedó en pie pudiera sentarse, en total alrededor de 250-300 personas. De todas esas personas, los que éramos extrajeros (o no cracovianos, según fui informado) fuimos una minoría absoluta. Así pues, asistencia concurrida en Cracovia, irrelevante en MOSMA y en Tenerife ya ni siquiera organizan charlas. Deberíamos reflexionar sobre ello, porque el vacío en las salas de conferencias acaba convirtiendo los conciertos en mucho más costosos y menos rentables para las arcas públicas, si lo invertido no genera beneficios más amplios (en Conservatorios y Universidades, por ejemplo): para llenar un concierto no hace falta pagar billetes de primera clase, basta con tener la música. Esta es una espada de Damocles que cuelga amenazante y que no caerá mientras los conciertos funcionen muy, muy bien, como por ejemplo en Tenerife. Es por eso extraordinariamente importante programar para que la asistencia a las charlas resulte interesante y atractiva.
Las charlas de Cracovia fueron eclécticas, abarcando aspectos técnicos, didácticos y también anecdóticos, dependiendo de cada ponente. Las preguntas del público fueron en general de nivel alto, al igual que las de quienes hicieron las presentaciones, que no fueron meros aficionados sino profesionales cualificados, algo del todo imprescindible para elevar el nivel de las charlas y hacerlas más interesantes. Tengo solo una objeción importante: la desaprovechada charla con Howard Shore, por la persona encargada de preguntarle, en este caso Daniel Carlin, profesor de la prestigiosa USC Thornton School of Music. Cuando se tiene a Howard Shore, lo mejor es ir directo al grano y no perder el precioso poco tiempo en abordar una biografía que ya está hasta en la Wikipedia. Si fuera un desconocido, está bien una introducción, pero cuando casi 20 minutos se malgastan en preguntar cosas irrelevantes durante casi 20 minutos no se escuchan respuestas relevantes. Y la cosa empeora cuando las preguntas acaban siendo más largas que las respuestas... y no porque las respuestas sean cortas. Un matiz al contenido: Carlin aseguró que en The Silence of the Lambs (91) el tema inicial es el reflejo de las emociones de la agente Starling, la protagonista. Casualmente (¡bendita casualidad!) días antes publiqué el capítulo 39 de Lecciones de Música de Cine dedicado precisamente a comentar lo que es y lo que hace ese tema, que en nada se parece a lo dicho por Carlin. Es importante estar muy seguro de lo que se dice para no confundir a la audiencia, aunque equivocaciones las cometemos todos, naturalmente.
Pero todas las críticas aquí comentadas son irrelevantes en un global que ha sido impresionante. ¿Cuál es la fórmula del éxito de Cracovia que podamos aprovechar en España?. Creo que uno de los factores más importates es la disponibilidad de la gente de la ciudad: estudiantes especialmente, que no están de vacaciones y no se han ido a la playa. Por tanto, la elección de las fechas es fundamental: en esos días, Universidades y Conservatorios están abiertos y activos. También es fundamental la transversalidad: que sea un festival donde se impliquen esas Universidades y Conservatorios (y sus estudiantes) pero también diversos escenarios de la ciudad. Por supuesto una buena publicidad: Cracovia está llena de carteles. Eficiencia en la promoción inmediata: vídeos y fotos que se publican a las pocas horas... y no a meses vista como en España. Y también hacer partícipe al país. Le comenté a uno de los organizadores: creo que vuestro éxito es que este no es un festival para la ciudad sino de la ciudad. Y me respondió: te equivocas, Conrado. Este es un festival del país, toda Polonia está volcada en este festival. ¿Cuándo España se volcará en uno de nuestros festivales? Tenerife es lo más parecido a Cracovia (ambos festivales están hermanados y colaboran), aunque carece de charlas, pero ya ha involucrado al Conservatorio de la ciudad y comienza a despegar en ese ámbito. A Málaga le falta aún consolidarse pero está en buen camino y no necesitará tener que inflar cifras de asistencia para ocupar el lugar que le corresponde. Tanto uno como otro debe mirar a Polonia y tomar buena nota de lo mucho que han avanzado y pueden enseñar. Hay que saber y querer traer Polonia a España.