Conocemos las películas por cómo son, no por cómo pudieron haber sido pero no fueron, salvo cuando un director insatisfecho tiene y aprovecha la posibilidad de mostrar una versión alternativa (el director's cut), generalmente en DVD. En el cine casi siempre hay un plan B, o C o D y asi hasta la Z... ¿es que acaso solo un actor determinado puede representar un papel determinado, o un solo compositor específico hacer la música de una película? Dentro de la película cualquier escena o decisión musical siempre es susceptible de ser reconsiderada: una melodía válida no cierra la posibilidad que haya otra que, cumpliendo los requisitos dramáticos o narrativos, la pueda sustituir. Lo vemos, con bandas sonoras completas, en el caso de las que han sido rechazadas pero son accesibles y, por tanto, pueden ser comparadas: ¿la nueva ha mejorado el resto de la película, la ha empeorado o simplemente la ha hecho diferente? El debate está servido.
Explico esto porque preparando el capítulo 40 de Lecciones de Música de Cine, que he lanzado esta semana y que versa sobre la famosa y memorable escena de la ducha en Psycho (60), he reparado en algo en lo que jamás había pensado, a pesar de ser incontables las veces que la he visto: la escena, sin música, es absolutamente terrorífica, incluso más que con la música de Bernard Herrmann: aconsejo verla con las luces apagadas (el vídeo del capítulo incluye esa secuencia sin música).
Tengo la impresión que sin música la escena es puro gore. No queda insonora, sino que precisamente lo que sucede es que se resaltan más los efectos sonoros -también son artísticos- creados por los grandes William Russell y Waldon O. Watson (este último seis veces nominado al Oscar en su carrera): la cortina, el agua, los gritos y especialmente las desagradables cuchilladas ocupan así un primer plano que con la música de Herrmann se relegaban a uno menos evidente. ¿Qué debió pensar Hitchcock?. Yo creo (lo supongo, claro) que en primera instancia debió adorar esa escena, al margen de que quedara insatisfecho con el resto del filme. Pero quizás en segunda instancia considerara que, así planteada, era demasiado fuerte para su época, porque una cosa es generar terror y otra bien distinta provocar mareos, desmayos, sensaciones desagradables e incómodas... basta con pensar que The Exorcist (73), trece años después, provocó exactamente eso en un público mucho más resistente que el de 1960 (y muchísimo menos que el de ahora, también). Es posible que en los setenta esta escena encontrara a su público, pero creo que el de 1960 la rechazaría de plano. Sin música es demoledora y fenomenal, y en el contexto del resto del filme funcionaría de maravilla. El capítulo 2 de Lecciones de Música de Cine también estuvo dedicado a la película, en esa ocasión sobre el uso del tema inicial que acaba llevando a Marion Crane y a los espectadores al lugar donde ella será acuchillada. La llegada al lugar (de Marion Crane y de los espectadores) es en absoluto silencio musical.
Creo que la decisión de incluir la música de Herrmann respondió a la voluntad de aliviar la escena, aunque parezca contradictorio y aparente que yo mismo defiendo una cosa y la contraria. Con música la escena no es mejor ni tampoco peor, sino diferente. Y muy diferente, además. Que el asesinato se produjera sin música, solo con los sonidos manipulados de Russell y Watson le daría a la secuencia una devastadora sensación realista, y creo que metería a los espectadores también en la ducha. Con la música, es Herrmann quien se mete en la ducha para acuchillar desde allí a los espectadores en sus butacas, como explico en el vídeo. No es lo mismo, sino muy diferente. Más ortodoxo (aunque genial) con la solución musical y seguramente demasiado avanzado a su tiempo con la alternativa.
Como pasa con tantas otras películas Psycho también podía haber sido diferente, sin alterar un fotograma, tan solo tomando otra decisión musical. La secuencia que conocemos es gloriosa, pero la otra opción lo es también, ¡un Psycho gore! Yo no soy capaz de elegir: me encantan las dos opciones, aunque creo que lo mejor es no estar pensando en opciones alternativas a las secuencias míticas, disfrutarlas y celebrar las que nos han regalado directores y compositores. Pero pensarlo hasta es divertido.