Viendo algunas series televisivas y también algunas películas, parece que para algunos la música viene a ser como un ungüento que aplicado en exceso y sin mesura sobre una herida abierta en la película o serie la puede curar y cicatrizar de modo inmediato. Pero no es así.
Es cierto que la música tiene efectos balsámicos, analgésicos y curativos, y que como decía un compositor, no puede resucitar a un muerto pero sí hacerlo algo más presentable. Pero cuando se emplea abusando de ella, imponiéndola a toda costa, no respetando ni al filme/serie ni a los espectadores, la herida que pretendía sanar no solo no se cierra sino que se gangrena y la película (o serie) puede llegar a un punto de agonía.
El Wagner en la micción (que viene a ser el oye, ¡que el personaje está orinando, no le pongas Wagner a eso!) sucede cuando se aplica música excesiva a escenas poco relevantes, para intentar darles una trascendencia que no tienen pero se percibe, se teme, que la película/serie está agonizando y que necesita un chute de adrenalina que la levante de su letargo. Tiene también mucho que ver con cierto horror vacui en la música de cine, cierto horror al vacío musical. Algo que al menos en el cine es absurdo: ¡nadie se va a ir de una sala de cine porque no haya música donde no es necesaria!. Si lo que tenga que contar la película es interesante, ya habrá tiempo para que la música lo haga más interesante. Quizás sería más entendible en el televisor, pues el espectador tiene a su disposición el mando a distancia y si la serie decae, es más fácil que se cambie de cadena... y entonces el Wagner en la micción puede ser un recurso para evitarlo.
Pero siendo cierto que tiene efectos inmediatos sobre el espectador, pues capta su atención, no deja de ser un artificio, una farsa, que puede tener consecuencias: básicamente porque quien hace uso de ello, suele abusar de ello, y empieza entonces a haber muchos Wagner en muchas micciones generando una sobresaturación que empeora aquello que se pretendía curar e impide que la música que sí es realmente necesaria bien para la dermis o bien para la musculatura, pues no sea efectiva y la película o serie televisiva empiece a sufrir de asfixia musical.
En general los compositores saben bien cuándo la pomada musical es efectiva y cuándo es dañina. Y por esta razón suelen ser las víctimas y no los causantes de estos excesos, especialmente si no han podido tener control sobre el montaje musical final o simplemente si su voz no tiene suficiente autoridad. A veces, incluso, se topan con los Wagner en la micción en la comodidad convertida en incomodidad del salón de su casa, cuando se ponen a ver la serie para la que han trabajado o en el estreno de la película. Y no porque haya mucha más música suya van a ser más felices. Los montadores musicales, los productores, el director, los ejecutivos de la cadena, o cualquiera que haya sido el saboteador, enemigo-en-casa o incompetente sí se felicitará por ser el curalotodo responsable de los excesos en la aplicación del ungüento. El compositor, a lo más, se llevará las manos a la cabeza. Pero en un rincón, no vayan a verle y a tomarle por un desagradecido.
A veces, las cosas funcionan así en el mundo del audiovisual. Y a veces, para ser justos, el propio compositor es el máximo culpable de la muerte entre grandes dolores de la serie o del filme.