Nació en Milán (Italia), el 28 de noviembre de 1913, y murió en Roma (Italia), el 6 de enero de 2002. Fue un compositor célebre en los 50 y 60 por sus participaciones en el cine épico y bíblico de Hollywood con partituras majestuosas que todavía se recuerdan hoy. También desarrolló una interesante carrera en su país de un perfil más experimental e invisible que hacen de su carrera una de las más interesantes y exitosas de la industria italiana.
Desde pequeño empezó a mostrar dotes y vocación para la música. A la edad adecuada, se inscribió en el Conservatorio de Milán, donde recibió clases de Ildebrando Pizzetti y donde se diplomó en composición y dirección de orquesta. Tras las graduación, el composi... Continuar leyendo
Nació en Milán (Italia), el 28 de noviembre de 1913, y murió en Roma (Italia), el 6 de enero de 2002. Fue un compositor célebre en los 50 y 60 por sus participaciones en el cine épico y bíblico de Hollywood con partituras majestuosas que todavía se recuerdan hoy. También desarrolló una interesante carrera en su país de un perfil más experimental e invisible que hacen de su carrera una de las más interesantes y exitosas de la industria italiana.
Desde pequeño empezó a mostrar dotes y vocación para la música. A la edad adecuada, se inscribió en el Conservatorio de Milán, donde recibió clases de Ildebrando Pizzetti y donde se diplomó en composición y dirección de orquesta. Tras las graduación, el compositor se dedicó a dirigir y componer música para orquestas de cámara. En 1941 le llegó la oferta de componer la que sería su primera banda sonora, para la película "L'amore canta", que obtuvo un gran éxito en Italia. Ello le llevó a dedicarse, a partir de ahí, a la composición de música de cine en exclusiva. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la actividad de Nascimbene crece y empieza a hacerse un nombre en el panorama cinematográfico italiano, tanto al talento que va demostrando y consolidando en cada nuevo proyecto como por la versatilidad ilimitada a la hora de adaptarse a cada género y cada director. Comedias, dramas sociales, películas épicas, románticas... todas las películas en las que participa se benefician de un buen gusto y una profesionalidad que pronto hace que multitud de cineastas quisieran ficharle para sus proyectos.
Así por ejemplo, dos de los directores con los que más trabajaría a lo largo de su fecunda carrera fueron nada menos que Roberto Rossellini y Giuseppe de Santis, cuyo primer proyecto junto con el músico fue Roma ore 11 (52), donde innovó introduciendo sonidos en la composición como el ruido de máquinas de escribir o el timbre de una bicicleta. Gracias a esta película y a otras de aquella etapa, su fama se vio acrecentada e incluso llegó a cruzar el océano. Hollywood puso sus ojos en ese joven músico italiano, y empezó a tentarle con varias ofertas para probar suerte en la industria norteamericana. Así, debutó en 1954 en su primera película rodada en inglés, The Barefoot Contessa, un proyecto repleto de nombres tales como los de Joseph L. Mankiewicz en la dirección y Humphrey Bogart y Ava Gardner en los papeles protagonistas. La película fue un éxito y el músico se benefició de ello, iniciando una relación con Hollywood que sería de ida y vuelta, entre su país natal y los grandes estudios americanos. En Italia siguió trabajando con De Santis en películas como Giorni d'amore (54) u Uomini e lupi (57), pero su regreso a EE UU supondría una novedad para su carrera, ya que en 1956 aceptó trabajar en su primera película épica. Alexander the Great, de Robert Rossen, sería la primera de una serie de películas ambientadas en el pasado, con grandes batallas y escenas de masas, y en las cuales desarrollaría un estilo poderoso y majestuosamente lírico que sería uno de los más recordados de su carrera. En la película de Rossen sobre el conquistador macedonio, el músico vertebró toda la composición en torno a un potente tema principal para resaltar la legendaria figura protagonista, y lo adornaría con una serie de temas secundarios que van de lo lírico y romántico a lo emocionante y épico. Tras este proyecto, trabajaría en otras películas de corte similar, como Solomon and Sheba (59), de King Vidor, Cartagine in fiamme (60), rodada en su país, o I mongoli (61).
Pero el culmen y la cima de Nascimbene en el cine épico sería The Vikings (58), de Richard Fleischer. Para la maravillosa película de aventuras vikingas de Kirk Douglas y Tony Curtis, el compositor empleó de un nuevo un tema principal, más enfático y poderoso que nunca, aderezándolo con coros y percusiones, tema que acompaña a la acción en los momentos de batallas. Un bellísimo tema romántico, diversos temas líricos que realzaban también la magnificencia de los paisajes nórdicos y voces femeninas para evocar a las valkirias son el muestrario con el que Nascimbene logró una de las mejores partituras de toda su carrera, casi por no decir la mejor de todas. Varios años después volvió a trabajar con Fleischer en una película típica de programar en Semana Santa, pero más tenebrosa, ambigua y diferente que las habituales: Barrabás (62). Precisamente esa oscuridad es captada a la perfección por Nascimbene, que se sitúa en las antípodas de lo que Alfred Newman o Miklós Rózsa venían haciendo en el género bíblico: apostar por una intensidad dramática y un sentido del fatalismo traducido en melodías casi siniestras y tétricas (especialmente en la secuencia de la crucifixión con el eclipse, con coros ominosos). El resto de la década de los 60 sería un ir y venir entre su país y Hollywood, pero dedicándose en su mayoría al género épico y de aventuras. Costantino il grande (62) o The Vengeance of She (68) son ejemplos notables, pero destacan sobremanera tres películas de aventuras prehistóricas fantásticas, rodadas por la Hammer, que dan idea de la formidable capacidad de adaptación y composición de Nascimbene. One Million Years B.C. (66), When Dinosaurs Ruled the Earth (70) y Creatures the World Forgot (71) son películas que aunaban gigantescos animales, dinosaurios o directamente fantásticos, pocos diálogos (o ninguno) y las impresionantes bandas sonoras de Nascimbene, que compuso imponentes temas utilizando tanto música sinfónica como toques de electrónica para recrear esos mundos extraños y el peligro acechante de las criaturas que aterrorizaban a los personajes escasamente vestidos con pieles.
A finales de los 60 y ya en los 70, empezó a espaciar más su actividad, dedicándose casi por completo a producciones de su país o a realizar conferencias sobre composición musical. Es en esta época cuando empezó realmente su colaboración con Roberto Rossellini en la serie de documentales que éste dirigió para la RAI. Idea di un'isola (67), Gli atti degli apostoli (69), Socrates (71) o Il Messia (75) fueron algunos de los numerosos trabajos del compositor para la televisión en estos años. A finales de los 70, prácticamente había cesado su actividad como compositor, tanto para televisión como para el cine, y durante las siguientes décadas dio conferencias en diversas universidades de Italia, y fue profesor en varios cursos relativos a composición y orquestación. Solo muy esporádicamente volvería a colaborar en proyectos muy escogidos. En 1991 le fue otorgado el David di Donatello en homenaje a toda su carrera como músico de cine, tras lo cual siguió con su carrera retirado del séptimo arte hasta su muerte en 2002, en Roma.
Nascimbene no es de los compositores más conocidos de un país como Italia que ha dado tantos y tan enormes leyendas en la música para cine. No alcanza la cima sideral de Rota o Morricone, pero su breve carrera dio como fruto casi 300 trabajos, y especialmente unos años, de mediados de los 50 a los 70, donde el género épico y de aventuras le debe mucho, muchísimo, a este milanés que supo transmitir la epopeya, evocar lugares y gestas antiguas y lejanas e irradiar un lirismo desbordante al nivel de los mejores compositores de siempre. Su fugacidad en los anales de la historia del cine no disminuye su brillo, y Mario Nascimbene siempre tendrá un hueco en los aficionados al mejor cine de aventuras, ese en el que podremos silbar una melodía mientras navegamos por un fiordo escandinavo en la cubierta de un drakkar vikingo.
(Isaac Duro)
Reducir texto