Esta semana se han hechos públicos los candidatos a los XII Premios Jerry Goldsmith, una edición que en buena medida deja atrás el espíritu en el que fueron creados y con el que se consolidaron, y que ahora se llevan por una deriva que responde a otros intereses, no necesariamente artísticos.
Nacieron, como las mejores cosas de la vida, de una gran ilusión. La de David Doncel, director del extinto Festival de Música de Cine de Úbeda, quien allá por 2006 los presentó amadrinados nada menos que por Carol Goldsmith, viuda del compositor. Fue un primer año casi testimonial, pero la semilla germinó y en los siguientes creció y mucho. A la ilusión y empeño de Doncel me sumé desde el segundo año hasta la décima edición, y ambos -con errores y con aciertos- dimos lo mejor de nosotros mismos (muchas veces en condiciones adversas) para que llegaran a ser los mejores del mundo en su especialidad, según proclamó nada menos que Bruce Broughton. Esa especialidad fue en una primera etapa los compositores jóvenes y noveles y algo más adelante los que, al margen de su edad, no habían alcanzado un reconocimiento justo. Entre los que pasaron por los premios: Marc Timón, Marc Vaíllo, Zacarías M. De la Riva, Sergio de la Puente, Arnau Bataller, Arturo Díaz Boscovich, Alejandro Vivas, Oscar Navarro, Nuno Malo, Zeltia Montes, Constantino Martínez Orts, Miguel D'Oliveira, Manel Gil-Inglada, Gary Marlowe, Enis Rotthoff, Cyril Morin, Gus Reyes, Jorge Aliaga... y muchos más. También Lucas Vidal, siete veces finalista y a quien personalmente acabé cerrándole el paso y diciéndole que no podía participar más porque su carrera ya estaba disparada, trabajaba mucho y los premios eran para apoyar a quienes no tenían las oportunidades de las que él ya difrutaba. Vidal, generosamente, lo comprendió. Este era el espíritu de los Premios Jerry Goldsmith, que además contaron con un jurado internacional y ecléctico, como no podía ni debía ser de otra manera. Broughton los celebró pero muchos otros sumaron sus apoyos con sus presencias en las entregas de los premios, aplaudiendo abiertamente su existencia y su idoneidad: Michael Giacchino, Christopher Young, John Debney, Bruno Coulais, Patrick Doyle o Mark Isham, entre muchos otros que subieron al escenario para entregar los galardones.
Ahora, en las nominaciones de esta edición, figuran entre los finalistas nada menos que Gustavo Santaolalla (ganador de dos Oscar) Trent Reznor y Atticus Ross (ganadores de un Oscar), Nicholas Britell (nominado al Ocar), Alex Wurman y Mac Quayle (ganadores de un Emmy), Justin Timberlake (nominado al Oscar y dos veces a los Globos de Oro), Daniel Pemberton (dos veces finalista al Globo de Oro) o compositores que, como Heitor Pereira, tienen una carrera consolidada. En estas condiciones y con estos cambios, Lucas Vidal podría volver a participar. Y hasta John Williams ya tiene encaje en estos premios. Esta es una deriva que en sí no es criticable ni reprochable, pues si no media engaño ni hay fondos públicos de por medio (con ellos todo es susceptible de ser criticado y reprochado), es lícito que quienes lo organizan los reorienten como quieran.
No es criticable, pero sí muy lamentable, porque estos premios antes únicos y excepcionales ahora son más parecidos a los Hollywood in Media Music Awards o similares, esos premios que combinan en sus nominaciones nombres desconocidos (que en los Hollywood in Media Music Awards han de pagar para ser candidatos) con otros famosos, lo que por una parte da apariencia de prestigio a premios que sin ellos serían irrelevantes y por otra permite a no pocos aspirantes celebrar en redes sociales -publicidad gratuita incluida- que su nombre figure junto a celebridades, aunque estas celebridades quizás ni sepan que han sido nominados. No sé si es el caso de los Premios Jerry Goldsmith, pues ni me consta que nadie haya tenido que pagar para ser nominado ni probablemente los finalistas ya consagrados sean desconocedores que lo son. Pero debo decir que en estas circunstancias Bruce Broughton no podría repetir que son los mejores del mundo en su especialidad... básicamente porque ya no tienen especialidad, al diluirse por completo aquella que los hacía absolutamente únicos en el mundo. Aquellos premios ya son Historia, aunque el nombre no haya cambiado.
Hay un dato fundamental que se ha ocultado en anuncios y comentarios, y es que parte de esos compositores más importantes provienen de una misma cantera, la del publicista Ray Costa, estupendo profesional, influyente y poderoso, habitual en todos los festivales, que también colabora con MOSMA: aunque a falta de confirmar, aparentemente Juan Antonio Vigar, el director del festival malagueño, ha hecho saltar de la programación el concierto que iba a estar dedicado a José Nieto para meter a Antonio Sánchez -cliente de Costa- y su batería de Birdman (14). De los finalistas a los Jerry Goldsmith son clientes suyos o están estrechamente vinculados a él: Wurman, Timberlake, Ilfman, Reznor, Pemberton, Christopherson o Nicklas Schmidt, y quizás alguno más. ¿Alguien cree que no hay relación entre el buen oficio publicista de Costa y las nominaciones a los Jerry Goldsmith? ¿Alguien cree en verdad que Justin Timberlake se ha presentado espontáneamente a los premios y que no ha sido colocado por petición a/propuesta de Ray Costa? Siendo esto obvio, ¿en qué posición quedan los compositores que genuinamente y con su buena fe e ilusión se han presentado? Con las cifras de participación anunciadas (probablemente algo hinchadas) aparentemente ya había reservadas cuotas de acceso directo... y es harto probable incluso que el premio principal haya sido decidido ya de antemano para atender a otros intereses más allá de los artísticos. Ojalá este editorial sirva para cambiarlo, pero el cambio que ya parece irreversible es el de unos premios que por desgracia han olvidado aquello para lo que fueron creados.