Nuestro amigo Isaac Duro nos propone un tema para el Ágora:
Hay numerosos cineastas que han utilizado el cine para expresar su ideología, su sentir respecto a la actualidad o a la política de un momento histórico determinado. Y son conocidos y notorios que varios de esos filmes contaron con el apoyo del compositor, es decir, que cineasta y compositor, ambos de la mano y aplicando sus respectivos talentos, quisieron posicionarse, lanzar un mensaje de denuncia, reivindicación o simple retrato de un momento político concreto. Uno de los casos más conocidos es el del maestro Morricone, que con Giuliano Montaldo, Gillo Pontecorvo y Bernardo Bertolucci y sus creaciones para las rotundas y muy políticas La bataglia di Algeri, Queimada y especialmente Novecento; marcó todo un estilo inimitable y una forma de posicionarse ideológica y sentimentalmente de un lado del espectro político como nadie más lo ha hecho. Un caso parecido sería el de Mikis Theodorakis, quien aparte sería un auténtico activista y participante de la vida política de su país, cuya asociación con Costa-Gavras también produciría partituras en este sentido que serían capitales para sus películas. Incluso también los ha habido que, de alguna manera, han "opinado" políticamente desde una perspectiva histórica, como un caso reciente que he podido comprobar con el siempre enorme Georges Delerue y su monumental partitura para La revolution françaíse, cuyo himno y tema principal es toda una declaración de intenciones.
Con todo esto, ¿creéis que un compositor cuando se le puede ofrecer la posibilidad de "posicionarse" ideológica o sentimentalmente debe ser comprometido y activo, poniendo en la partitura todo lo que su sinceridad y su pensamiento le pida (más lo que el cineasta le permita, claro), o más bien debe mostrarse, si no neutral del todo, sí objetivo o equilibradamente ausente si el contenido de la película es comprometido e incluso polémico?. No todos los compositores pueden tener el talento de Morricone, Theodorakis o Delerue para ocupar un lugar preeminente en el discurso político de la película, salir indemnes e incluso reconocidos, así que puede ser un arma de doble filo, ya que su entusiasmo podría incluso traducirse en una incursión abusiva de la música en la película hasta molesta. En casos así, ¿la comunicación y entendimiento del director y el compositor deben ser clave? ¿El compositor, en tanto que "cineasta" también e incluso, por qué no, activista político si así lo siente, puede y debe tener la libertad de ayudar a la película con su propio discurso? ¿Neutralidad prudente con el compositor en un segundo plano retratista, o participación casi indispensable para que el discurso del director o guionista de turno llegue más lejos, más sutil y más recordable?
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Muchas gracias Isaac por el estupendo planteamiento. Efectivamente, la música puede ser una herramienta de manifestación ideológica de primera categoría. Ya lo es cuando tiene un componente ideológico marcado y universalmente reconocido (La Marsellesa, La Internacional, etc) o cuando a priori no lo tiene pero se le otorga. En el caso del cine y de la música original, si la película es en sí un manifiesto político o social, es probable que el compositor participe con su música de ese manifiesto. Los ejemplos que has mencionado son ya referentes, pero hay más y en todos los sentidos: por ejemplo, el cine totalitario y propagandístico (el nazi, el fascista, el comunista...) siempre fue acompañado de fastuosas partituras destinadas a ensalzar y glorificar aquello que se ensalzaba y glorificaba (me viene a la cabeza la imponente música de Manuel Parada para el filme pro-fascista Raza, de 1941). Algunas veces el compositor participaba gustosamente; en otras más le valía no poner objeciones...
Sin embargo (y si mi reflexión es equivocada confío que algún musicólogo me corrija) hay que considerar que la música aislada y sin explicación previa -esto es, que el compositor no haya declarado sus intenciones- no tiene carga ideológica reconocible, salvo que incluya elementos ideológicos conocidos (un himno, etc). ¿Podría funcionar la música pro-fascista en un filme pro-comunista?. ¿Podríamos intercambiar a Parada por Shostakovich (parte de su labor en el cine estuvo vinculada al enzalsamiento forzado del estalinismo) sin que el público notara la diferencia en los respectivos éxtasis?. Probablemente podría hacerse, especialmente si en esas músicas no se incluyeran referencias conocidas.
En un filme de componente religioso, político, social, sindical, etc., la música suma. Pero si la película no se posiciona, simplemente relata, la música (que es la película) tampoco se posicionará y se limitará a relatar o sería un sinsentido, pues la propia película estaría navegando en distintas direcciones, lo que generaría confusión. Recientemente, por ejemplo, la película vasca Lasa eta Zabala, con música de Pascal Gaigne, denunció el secuestro, tortura y ejecución secreta de dos terroristas a manos de los GAL, a principios de los ochenta. El compositor aplicó una música comprometida pero no a favor de la banda terrorista sino en lo concerniente al sentido de justicia como valor universal, porque era exactamente de lo que trataba la película. Es cierto que esa misma música podría apoyar una mirada pro-terrorista en el supuesto que el filme tuviera esa perspectiva. Pero no fue el caso.
Si hay una actitud reivindicativa (la que sea) por parte del director es probable que la música del compositor sea su propia voz, la del director, que también se explica a través de la música. Mencionabas a Theodorakis y algo muy parecido es lo que hizo James Horner en Los 33 (eso sí, el filme, a mi juicio malísimo, no le llega ni a la suela de los zapatos a aquellas maravillosas películas de Miguel Littín y otros directores). Su música es una declaración de principios, y en este sentido creo que cuando la música deja de ser una emoción para convertirse en postura, actitud y compromiso, su mensaje llega al espectador incluso con más fuerza que aquello que se relata desde el resto del filme, porque la música es un lenguaje universal e inmediato y juega, claro, con las cartas de la implicación emocional: ¡no escucharemos música antipática para ensalzar nada!. Es lo que sucede por ejemplo con la bellísima música de Alberto Iglesias para También la lluvia, quien asume un papel ideológico de apoyo y empatía con la lucha de los desfavorecidos, que es la mirada de la directora, Icíar Bollaín, a través del compositor.
Nadie carece de ideología y en un mundo libre todos tienen el derecho de expresarla. Incluidos los compositores. Algunos de ellos -como tantos otros creadores- llegaron a sufrir persecución por tener pensamiento propio (la caza de brujas de McCarthy, por ejemplo, también acosó a compositores de cine, de lo que podremos hablar en otro momento). Pero al margen de intolerancias, si hay cine de compromiso político, social, laboral, religioso o en cualquier caso ideológico, bienvenido será el compositor que haga mejor y más claro el discurso de ese cine de compromiso político, social, laboral, religioso o en cualquier caso ideológico.
Aristóteles definía al hombre como Zoon politikón (animal político) pues consideraba que aunque humanos y animales por naturaleza son sociales, solo el ser humano es político, pues necesita serlo para vivir en comunidad. Aristóteles incluía, aunque no los mentara, a los compositores de cine.