Nos pregunta Alberto Godoy:
Te he leído utilizar algunas veces los términos empapelador y gondolero para referirte a compositores de cine, o quizás a bandas sonoras. No sé si es un término peyorativo, y me gustaría saber a qué te refieres.
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En primer lugar quiero señalar que estos términos son meramente coloquiales, en absoluto pretendo que sean científicos. Tampoco son peyorativos per se, son descriptivos pero pueden ser críticos.
Por empapelador me refiero al compositor que empapela de música cada habitación (escena) de la casa (película) de modo diferente, de tal forma que esas escenas adquieren personalidad propia y no establecen mucha relación entre sí, musicalmente hablando: el salón es de un modo, la habitación matrimonial de otro, la del niño de este color o la de la niña de este otro... por gondolero me refiero al compositor que va recorriendo la película tatareándole melodías bonitas, una tras otra, con similar tono (el de su propia voz), pero sin que haya pretensiones narrativas ni que las músicas elegidas sean las que la escena necesita realmente para entenderse. Tanto empapelar como gondolear pueden ser opciones estéticas deliberadas o deberse a falta de criterio y a no saber qué hacer con la música.
Las decisiones musicales que toma en muchas de sus películas Quentin Tarantino, por ejemplo, responden al criterio musical de empapelar la película con diferentes músicas para cada escena, tratándolas de modo individual, personalizado, lo que les da entidad propia y las singulariza aunque estén sólidamente vinculadas al resto de la película. Es algo que también puede ser apreciado en algunos filmes de Pedro Almodóvar o Martin Scorsese, con músicas preexistentes que funcionan de modo estupendo en el conjunto de los filmes, como funcionan en todas aquellas películas donde haya la pretensión de dar significación especial a las escenas. En un sentido negativo, he comentado recientemente que la banda sonora de The Crown (16) sirve sustancialmente para rellenar huecos y empapelar las paredes de la serie, y que lo mismo valdría para una película ambientada en el espacio. La falta de solidez que aprecio en la serie Planet Earth II (16) -aunque solo puedo hablar de los dos primeros capítulos- también responde a un mayor interés en resolver escenas que en proponer algo conjunto y global, lo que en este caso creo que no funciona del todo bien.
Respecto al gondoleo, en un sentido positivo podemos apreciarlo en The Grand Budapest Hotel (14), Anna Karenina (12), The Artist (11), Sideways (04) o, ya que hablamos de algo tan veneciano, A Little Romance (79), que le dio el Oscar a Georges Delerue. En ellas las diferentes músicas aplicadas a lo largo de los filmes mantienen una unidad de criterio estilístico y van acompañando las películas sosteniéndolas más en lo emocional que en lo narrativo, y por tanto son más estéticas que dramáticas, aunque algo de ello tengan. En un sentido completamente opuesto, la desdichada banda sonora de The Theory of Everything (14), a la que dediqué un capítulo de Lecciones de Música de Cine, al que me remito.
Insisto que son términos coloquiales, sin rigor teórico y que simplemente los empleo para simplificar dos modos de entre otros muchos de poner música a las películas, y que como todas esas formas tienen buenos y malos resultados.