Hay músicas hechas para películas que trascienden de estas y se convierten en una referencia. Por lo general no es algo que haya sido buscado ni siquiera previsto, pero cuando se consigue esa vinculación es dificilmente separable. Suele darse en el caso de músicas que se escriben como declaración de principios, como posicionamiento político o simplemente como tributo. Mikis Theodorakis (Etat de siège) o Ennio Morricone (Novecento) son dos ejemplos, y hay un tercero de igual importancia sobre el que quiero escribir: la música de John Williams para Schindler's List. La menos respetada de todas.
El lector puede suponerme exagerado o melodramático, pero no es así. Williams escribió una banda sonora que no funcionaba como mero acompañamiento ni tampoco tenía una función narrativa: todo lo que debía ser explicado, se explicó desde el guion literario. Podía haber sido un filme sin una sola nota de música (salvo la diégesis), y hubiera sido igualmente un filme magnífico, aunque diferente. Pero la música de Williams, que aquí es la voz en off del director, suma compasión y reconocimiento. Compasión por el pueblo que sufrió la depravación y degeneración nazi... y reconocimiento por una dignidad que ni torturas, ni horcas, ni vejaciones pudieron arrebatar a ese mismo pueblo, el judío. Y un gesto aún más elocuente: los nazis no tuvieron música. ¿Qué música podía explicar y equipararse a estos monstruos? ¡Cualquier música les beneficiaría! Y la alternativa, claro, no era darles un tema a lo Darth Vader porque sería vejar a sus víctimas por la trivialización de algo tan grave.
La música de Shindler's List es una declaración de principios, un posicionamiento y también un tributo. Recuerdo que el programa televisivo Crónicas Marcianas, a finales del Siglo pasado, comenzó a utilizar esta música para sus chistes, para acompañar a algún actor relatando alguna desgracia, etc. Fue bastante frecuente escuchar esta música en números cómicos, una música que había sido escrita como homenaje a millones de personas torturadas y asesinadas, ahora puesta para risas y chanzas. En su momento mandé dos o tres cartas (o e-mails, si ya existía este sistema de comunicación, no lo recuerdo!), e incluso abusé del afecto de un amigo que trabajaba en el programa para que transmitiera a los responsables que esta música en ese contexto era una ofensa, una burla, y una humillación para las víctimas. Ya puestos, ¿por qué no teatralizar algunos pasajes de Si esto es un hombre, de Primo Levi? Me ofrecí desinteresadamente a sugerirles músicas de cine que podían reemplazarla y que podrían funcionar estupendamente bien. Mis cartas o e-mails no recibieron respuesta y a mi amigo le dijeron algo así como solo es música de cine y todo el mundo la conoce.
Confieso que eso fue bastante traumático para mi, me dolió muchísimo. Cambiaba de canal o apagaba la tele cuando salía esa música. Pero lo peor es que no solo salió en Crónicas marcianas sino en innumerables reportajes televisivos o radiofónicos (no todos con fines humorísticos) que acompañaban sus relatos con la música de Williams. Aparte de banalizarla y trivializarla, servía lo mismo para un roto que para un descosido: un accidente, un terremoto, una desgracia... ¡se escribió para homenajear a los judíos asesinados!
El pasado mayo visité el campo de exterminio de Auschwitz (Auschwitz I, el campo de trabajo, demasiado pequeño para tanta gente y Auschwitz II-Birkenau, de exterminio, demasiado inmenso para que estuviera hacinado). Fue una visita muy temida, pero sentí que debía y que necesitaba pisar el Infierno en la Tierra, pues no tiene nada que ver estar ahí con verlo en libros o documentales (básicamente por un tema de volúmenes y dimensiones). Allí -y también me sucedió recorriendo en absoluto silencio el hiriente gueto de Cracovia- me vino a la cabeza la música de Williams. Desconozco las circunstancias personales en las que escribió la banda sonora, pero recordé aquello que contó Miklós Rózsa sobre sus paseos por Roma para recoger del ambiente la música que plasmaría en Ben-Hur (59). No tengo ni idea de si Williams ha estado jamás en Polonia, pero tuve la certeza que esa música salía de ese lugar, y no de un estudio en Los Ángeles.
La música de Schindler's List es más que (extraordinaria) música de cine. Es una declaración, un poema que por su sola redacción llevaría a Williams a la horca si cayera en manos de los nazis, al igual que Roque Baños sería fusilado junto a las 13 rosas porque sus músicas no son solo músicas sino declaraciones de principios. Hace un par de semanas interrumpí una entrevista en la radio -no era en directo, afortunadamente para ellos- porque bajo mis palabras pusieron la música de Williams para hablar de otra cosa. Les dije que yo con esa música no hablaba, que pusieran cualquiera otra de Williams pero ante esa música uno debía callarse. Por respeto a aquello a lo que ella muestra respeto.
Que ningún lector me suponga exagerado o melodramático. La música de cine puede tener tanto valor social, humanitario o simbólico como cualquier otra expresión humana. Y hay que exigir respeto por los tributos que se han hecho con ella.